Mi nombre es Sócrates.
Nací en Atenas, hace ya muchos años, en el 470 a.C., o quizás un poco antes. No era un hombre rico ni poderoso; mi padre era escultor y mi madre partera. De ellos aprendí más de lo que podría parecer: la importancia de formar con paciencia en piedra o en espíritu y de ayudar a otros a “dar a luz” sus propias ideas.
Desde joven, algo me inquietaba: veía que muchos hablaban con seguridad sobre el bien, la justicia o la verdad, pero no sabían realmente qué significaban esas palabras. Comencé a hacer preguntas, no por fastidiar, sino porque creía que el verdadero conocimiento empezaba por admitir lo que no se sabía. No escribí libros. Prefería caminar por las calles de Atenas y conversar con quienes me encontraba: jóvenes, políticos, poetas, artesanos. Mi método que luego llamaron “mayéutica” consistía en dialogar, hacer preguntas y desmontar supuestas certezas. No enseñaba respuestas; ayudaba a pensar.
Algunos me amaban por esto. Otros, no tanto. Me acusaron de corromper a la juventud y de no honrar a los dioses de la ciudad. En un juicio público, fui hallado culpable. Pude haber escapado, pero no lo hice. Creía en la ley, incluso cuando era injusta. Bebí la cicuta con serenidad, en el año 399 a.C.
Mi discípulo Platón escribió muchos de mis diálogos. Gracias a él, y a otros, mi voz no se ha apagado. Si algo deseo que recuerdes de mí es esto: la vida no examinada no merece ser vivida.
ACERTIJO
No sé puede ver, no se puede tocar.
Vive en tu cabeza, pero puede cambiar el mundo.
No hace ruido, pero puede causarte guerras o sanar corazones.
¿Qué es?
la respuesta es: una idea
ResponderBorrarinteresante, buen blog.
Borrar